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¿Dime a qué hueles y te diré quién eres? Los olores: los recuerdos, el amor y desamor

Comúnmente, al olfato no se le presta mucha atención como a los demás sentidos. Situación que contrasta con su realidad ya que, se utiliza más de lo que se piensa, toda vez que, la nariz puede hacernos recordar situaciones y personas, emociones e incluso pensamientos,  imágenes y buenos o malos momentos.

Lo anterior gracias que, el órgano nasal está conectado directamente con el sistema donde están centrados la mente y las emociones. Haciendo que el olor esté íntimamente ligado no sólo con los estados de ánimo, sino también con  la sexualidad.

Hecho que, Isabel Moallem, de la Universidad de Loyola y Ken Paller, profesor de psicología de la Universidad de Weinberg en Northwestern, Reino Unido, argumentan diciendo que diminutas cantidades de olor provocaban relevantes cambios psicológicos y fisiológicos, concluyendo que los seres humanos obtienen mucha más información de olores apenas perceptibles que los notados previamente.

Científicamente hablando, el ser humano tiene la sensibilidad para percibir el olor de una sustancia, presente en cualquier objeto, expresándolo con el valor umbral. Éste, es la mínima concentración de una sustancia detectada por la mitad de las personas presentes.

Por ejemplo, el cloroformo se detecta cuando están presentes 130 moléculas del mismo en un millón de moléculas de aire. Es decir, el ser humano tiene la capacidad de diferenciar un olor, dependiendo de su presencia en el ambiente, sin necesidad de mirar, escuchar o sentir el objeto que causa la sensación, haciendo del olfato el sentido con mayor impacto para la vida cotidiana, el amor e, incluso, la supervivencia, como en el caso del “olor a gas butano” que, gracias a su detección a tiempo, puede salvar la vida de las personas.

La comida podrida, cuando desprende un olor desagradable, advierte que están presentes sustancias tóxicas. En especial el de los huevos podridos que huele a sulfuro de hidrógeno, químico que puede llegar a causar irritación en ojos, la nariz o la garganta y diversas complicaciones respiratorias como el asma.

Además, el hecho de que el ser humano, a lo largo de su evolución, no haya desarrollado una reacción fisiológica en específico hace que el mal olor se le relacione con pequeños periodos de dolor de cabeza, náuseas, insomnio, pérdida de apetito, disminución en el rendimiento laboral, ansiedad y/o estrés.

Científicos coinciden que los son olores la parte más importante de la memoria, ya que a través de la pituitaria, el “cerebro de la nariz”, se producen sensaciones sin la necesidad de pasar por la corteza cerebral.

Los sentidos suministran acontecimientos al cerebro para que los grabe y los reproduzca como recuerdos cada vez que suceda algo similar, está por demás estudiado. El olfato, por medio del olor,  nos hace recodar más que cualquier otro sentido. Esto, sin la necesidad de mirar, tocar o de que esté presente el objeto o la persona del olor recordado. Incluso, la nariz tiene la capacidad de despertar el deseo sexual después de que cierto aparezca en el ambiente.

Los Olores y el Amor y el Sexo

La comunidad científica ha coincidido en que, los olores son la parte más importante de la memoria; esto gracias a que, a través de la pituitaria, el “cerebro de la nariz”, se producen sensaciones sin la necesidad de pasar por la corteza cerebral. A tal grado que, hay quienes aseguran que existen dos tipos de olores: los personales y los asociados con la experiencia sexual.

El bisulfito de metilo, segregado por las glándulas sexuales que se encuentran en la boca, pies, manos y órganos genitales, es el conocido como “el aroma del amor”. Se trata de un olor muy efectivo, pero que se percibe muy poco. Está presente en  toda la naturaleza: es el perfume que exhalan las flores cuando invitan a que los insectos inicien la polinización; es el mismo que usan las hembras para llamar la atención de los machos en época de celo. De ahí que, comúnmente, se utilicen sustancias naturales, florales y animales, para la elaboración de perfumes y colonias, tratando de imitar su efectividad en las personas.

Sin embargo, en el ser humano, este olor, afirman algunos investigadores, es liberado continuamente a través de los miles de millones de poros en la piel e, incluso, por el aliento y es llamado como feromonas.

Una investigación reciente, desarrollada en la Universidad de Utah, en Estados Unidos, demostró que las feromonas, y los olores en ellas, juegan un papel poderoso en la sexualidad humana, mucho más que el aspecto físico o el nivel intelectual de las personas. Haciendo mucha más compleja su operación en el organismo.

Las feromonas son captadas por la nariz, por medio del órgano vomeronasal, ubicado cerca del tabique nasal, sobre el  hueso vomer; entre las feromonas humanas, que desprenden olores con mucha mayor eficacia, destacan: la androsterona, encontradas en la secreción de las axilas, sobre todo en el varón que da señales de fuerza a la mujer, y lo convierte en el olor masculino por antonomasia; por su parte, los androsteroles, depositados en el sudor, se asocian con la fertilidad juvenil. En el caso de las mujeres son  las copulinas, encontradas en la secreción vaginal de las mujeres, las feromonas más poderosas para atraer al hombre. La mayor cantidad se forma antes de la ovulación y señala la madurez sexual y el grado de fertilidad en el que se encuentra.

Por su parte, la Doctora Sian Griffiths, de la Escuela de Biociencias de Cardiff, ha estudiado que, los seres humanos eligen sus olores favoritos a través de cierto tipo de moléculas, las del Complejo Mayor de Histocompatibilidad; mismas que, combaten distintas enfermedades. Argumenta que, por consecuencia, las personas se predisponen a elegir a pareja con base en la mayor presencia de aquella sustancia, con el fin de elegir a alguien que cuente con mayores posibilidades de supervivencia en el ambiente.

Es decir, el enamoramiento no sólo es cuestión de atracción, sino que también lo es de olor. Somos afines a través del olor, y nos recordamos a través de éste y no solamente el que artificialmente hacemos nuestro como el de los perfumes que utilizamos y nos identifican, sino del olor personal que desprende nuestro organismo. El cual es una huella olfativa de cada quien. Y también lo es así, el “olor familiar”, es decir el olor que cierta familia y su hogar tiene. Ya que está comprobado que las personas que viven bajo un mismo techo, tendrán su olor personal, pero también el que los hace parte de ese núcleo. De ahí que recordemos con facilidad el olor de “casa de los abuelos” por ejemplo, o el de la casa de nuestro mejor amigo o amiga, de nuestros tíos favoritos y también así el olor poco agradable de quien no es afín a nosotros o quien tuvimos una mala experiencia.

Es importante, entonces, comprender la gran influencia de los olores en nuestro organismo para determinar sensaciones y emociones que, muchas veces, parecen inexplicables y que, inevitablemente, son parte de nuestra vida, salud y equilibrio emocional.

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